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LA NARRACIÓN DE LOS ORÍGENES

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Miguel Angel Pacheco Pretel

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Salvoj Zizek


Extraído de:
Porque no saben lo que hacen. El goce como un factor político.
Slavoj Zizek

Editorial Paidós. Bs. As. 1998.


Podemos ahora volver a nuestro interrogante inicial acerca de la función del objeto fantasma: este objeto como mirada llena un vacío constitutivo del registro simbólico, de su círculo vicioso; sirve para ocultar el hecho de que cualquier campo dado de significado estructurado simbólicamente, en un sentido siempre se presupone y precede a sí mismo. En cuanto estamos dentro de un campo de significado, resulta por definición imposible adoptar una actitud externa respecto de él; no hay ningún pasaje continuo desde su exterior a su interior: como dice Althusser, la ideología no tiene exterior. El abismo oculto de este circulo vicioso aparece del modo más puro bajo el disfraz de las tautologías: "la ley es la ley", "Dios es Dios". Incluso una sensibilidad cotidiana refinada advierte el modo en que funcionan estas tautologías: precisamente en el sentido hegeliano, como identidad consigo mismo que revela la contradicción suprema. El enunciado "Dios es Dios", ¿no permite presentir Su ominoso reverso? El primer "Dios" ("Dios es...") es el Dios de la serenidad, la gracia y el amor, mientras que el segundo ("...Dios") es el Dios de la ira y la crueldad ingobernables. ¿Y no ocurre lo mismo con la tautología "la ley es la ley"? ¿No despliega esta tautología el carácter ilegal e ilegítimo del fundamento mismo del reino de la ley? Blaise Pascal fue probablemente el primero en detectar esta dimensión subversiva de la tautología "la ley es la ley".
La costumbre es la suma de la equidad por la única razón de que es aceptada. Ésta es la base mística de su autoridad. Quien trata de remitirla a su primer principio, la destruye. Nada es tan defectuoso como las leyes que corrigen defectos. Quien las obedezca porque son justas está obedeciendo a una justicia imaginaria, no a la esencia de la ley, completamente contenida en sí misma: es la ley y nada más... Por ello, el más sabio de los legisladores solía decir que los hombres a menudo deben ser engañados por su propio bien, y otro político profundo afirmó quecuando él pregunta por la verdad que le lleve libertad, es bueno que sea engañado. No se debe hacer aparente la verdad sobre la usurpación; se produjo originalmente sin razón y se ha vuelto razonable. Debemos ver que es mirada como auténtica y eterna, y sus orígenes deben ser ocultados si no queremos que pronto termine.(1)
Resulta casi superfluo señalar el carácter escandaloso de estas proposiciones: ellas socavan los fundamentos del poder, de su autoridad, en el momento mismo en que dan la impresión de sostenerlo. "En el principio" de la ley, hay algo fuera de la ley", un cierto Real de violencia que coincide con et acto del establecimiento del reinado de la ley: la verdad final sobre el reinado de la ley es la verdad de una usurpación y todo el pensamiento político-filosófico clásico se basa en la renegación de este acto fundador violento. La violencia ilegítima por medio de la cual la ley se sustenta debe ser ocultada a cualquier precio, porque este ocultamiento es la condición positiva del funcionamiento de la ley: la ley funciona en cuanto sus súbditos sean engañados, en cuanto experimenten la autoridad de la ley como "auténtica y eterna", ignorando "la verdad sobre la usurpación". Esta verdad resurge en los raros momentos en que la reflexión filosófica toca sus límites: por ejemplo, en la Metafísica de las costumbres de Kant, donde el autor explícitamente prohíbe sondear los oscuros orígenes del poder legal. Precisamente a través de esos cuestionamientos aparecería la mancha de violencia ilegítima que siempre macula, como una especie de pecado original, la pureza del reino de la ley. No sorprende entonces que esta prohibición asuma una vez más cierta forma paradójica bien conocida en psicoanálisis: se prohíbe algo que ya es en sí mismo puesto como imposible:
El origen del poder supremo, para todos los propósitos prácticos, no es descubrible por las personas que están sometidas a él. En otras palabras, el sujeto no debe permitirse especulaciones sobre su origen con la idea de actuar sobre ellos [...] éstos son argumentoscompletamente fútiles para una persona que está ya sujeta a la ley civil, y constituyen una amenaza para el Estado.(2)
Es fútil buscar documentación histórica sobre los orígenes de este mecanismo. Es decir que no podemos retroceder al tiempo en que emergió la sociedad civil [...]. Pero sería totalmente culpable emprender esas investigaciones con la idea de cambiar por la fuerza la constitución existente en el presente. (3)
Lo que tenemos aquí es una especie de inversión irónica del famoso lema ético de Kant, "De kannst, denn du sollst!" (puedes porque debes): no puedes alcanzar los oscuros orígenes de la ley, del orden legítimo, porque no debes hacerlo. Es decir que Kant prohíbe formalmente la exploración de los orígenes del orden legítimo, sosteniendo que esa exploración nos pone a priori al margen de dicho orden; cancela su propia validez al hacer que dependa de circunstancias histórico-empíricas: no podemos sostener que la ley se origina en alguna violencia sin ley y, al mismo tiempo, seguir sujetos a ella. En cuanto la ley es reducida a sus orígenes sin ley, se suspende toda su validez.
Esto es similar a la búsqueda de los orígenes históricos del cristianismo. Por cierto, podemos explorar el cristianismo como "fenómeno histórico", podemos tratar de explicarlo sobre la base de procesos sociales, etcétera. Pero lo esencial es que no podemos hacerlo como cristianos, porque de tal modo perdemos acceso al campo cristiano de significados. El mecanismo de este círculo cerrado fue expuesto por el Bosco en su célebre cuadro de la crucifixión: en él, uno de los dos ladrones ajusticiados junto con Jesús se confiesa antes de morir con un sacerdote que tiene una Biblia bajo el brazo. Este cortocircuito absurdo excede en mucho a la descripción ingenua del cierre de un campo ideológico incapaz de representar su exterior y por lo tanto obligado a presuponer su presencia en su propia génesis: este cortocircuito apunta a la "ideología" del registro simbólico como tal.
El fantasma construido por la ideología burguesa para explicar los orígenes de la sociedad civil (esto es, el reino de la ley) es desde luego la célebre ficción del "contrato social" por medio del cual los súbditos pasan de un estado natural a un estado civilizado. Encontramos aquí el mismo círculo vicioso autorreferencial que define al fantasma: como lo ha señalado Hegel, la ficción del contrato social predispone de antemano lo que es o debe ser su resultado, su desenlace final: la presencia de individuos que actúan según las reglas de un orden racional civilizado (como en el mito de la "acumulación primitiva", que presupone la presencia del capitalista individual para explicar el advenimiento del capitalismo). Lo que aquí está necesariamente forcluído (el mediador prohibido que debe desaparecer, volverse invisible, convertirse en un eslabón perdido para que se establezca el reino de la ley) es desde luego el acto "patológico" de violencia a partir del cual surge la constitución civil, el cordón umbilical que vincula el contrato social (el orden legal sincrónico) con la "naturaleza".(4) Esto es lo que tiene que ser objeto de una "represión primordial para que entre en vigencia el reino de la ley: no la naturaleza como tal, sino la paradoja de un acto violento por medio del cual la naturaleza se supera a sí misma, por así decirlo, y fundamenta "la cultura" (el estado civil): la intersección de naturaleza y cultura, que no es naturaleza (puesto que es ya naturaleza pervertida, extraviada, enloquecida) ni cultura (puesto que es un exceso de violencia que la cultura forcluye por definición). Este extraño tercer dominio, intersección de naturaleza y cultura, es el del abismo de la libertad absoluta: el Mal puro de una violencia que ya no es naturaleza (excede a la naturaleza precisamente por la "naturaleza excesiva" de su demanda incondicional) y no es todavía cultura. En otras palabras, lo que el reino de la ley tiene que domar y someter no es la naturaleza sino el exceso de Mal por medio del cual la naturaleza se supera a sí misma convirtiéndose en cultura. En esto, en la domesticación de esta indocilidad radical, consiste la meta fundamental de la educación:
La indocilidad es independencia respecto de la ley. Mediante la disciplina los hombres son puestos en sujeción a las leyes de la humanidad, y llevados a sentir su imposición [...]. El amor a la libertad es naturalmente tan fuerte en el hombre que, una vez acostumbrado a la libertad, lo sacrificará todo por ella. (5)
En este punto, lo esencial es la brecha radical que separa esta "indocilidad" de los "impulsos animales" del hombre. Kant es aquí totalmente inequívoco, cuando opone directamente la indocilidad del hombre a la estabilidad instintiva animal:
Debido a su amor natural a la libertad, es necesario que los hombres suavicen su rudeza natural; en los animales, su instinto lo hace innecesario. (6)
Ir a Datos de la IlustraciónEl nombre freudiano de esta indocilidad, de esta libertad autodestructiva que indica la brecha radical con los instintos naturales, es por supuesto pulsión de muerte. La condición del pasaje desde la naturaleza a la cultura es entonces una extraña escisión interior de la naturaleza misma en naturaleza como circuito en equilibrio regulado por los instintos, y la naturaleza como indocilidad que debe ser domesticada por la ley. El mediador evanescente fundamental entre la naturaleza y la cultura es la pulsión de muerte como esa naturaleza extraviada, desnaturalizada: el punto en el cual la naturaleza misma comienza insólitamente a asemejarse a la cultura en su forma superior, la del acto moral "no patológico". Esta semejanza puede discernirse en lo que es quizá el pasaje crucial de los escritos políticos de Kant, la extensa (incluso extrañamente extensa) observación sobre la ya citada Observación general sobre las consecuencias legales de la naturaleza de la unión civil, que desempeña la función de un síntoma: es como si el movimiento doble de la observación sobre una observación produjera el efecto verdad, como si el doble reflejo especular produjera el punto de la identificación simbólica, no imaginaria. Es decir que, en esta observación, Kant "dice más de lo que quería decir" y llega al umbral de su vínculo con Sade; el tema es la diferencia entre el regicidio y la ejecución legal del rey.
Esta diferencia tiene que ver con la relación entre la forma y el contenido: aunque el regicidio viola las normas legales de un modo extremadamente grave, no afecta la forma de la legalidad como tal: conserva con ella la relación de un exceso. Pero si los insurgentes organizan un juicio y sentencian al rey a muerte, esto representa una amenaza mucho mayor para el Estado, puesto que subvierte la forma misma de la legalidad y la soberanía: la ejecución legal del rey (de la persona que encarna el poder supremo, que sirve como última garantía del orden legal) no es sólo la muerte del rey como persona, sino que equivale a la muerte de la función real en sí, es un "suicidio del Estado". (7) La condena a muerte del juez es un disfraz abominable en el cual el crimen asume la forma de la ley y, por así decirlo, la socava desde adentro; en tal modo, la subversión del orden legal se pone la máscara de la legalidad. Éste es por lo tanto "un crimen que debe quedar siempre como tal, que nunca puede ser borrado (crimen inmortale, inexpiabile)".(8) O bien, para emplear la terminología hegeliana, es un crimen que no puede ser "ungeschebengemacht" (anulado retroactivamente) y que, para citar de nuevo a Kant, "nunca puede ser perdonado, ni en este mundo ni en el próximo. (9) ¿Por qué? Porque involucra "una inversión completa de los principios que gobiernan la relación entre el soberano y el pueblo. Pues equivale a convertir a las personas, que deben su existencia puramente a la legislación del soberano, en gobernantes sobre soberano", y de tal modo abre "un abismo que se traga todo sin ninguna esperanza de retorno".(10)
En este punto, el error de Kant consiste en que sólo concibe este "abismo que se traga todo" en su aspecto negativo: lo que no advierte es que cuando se ha cerrado este círculo de autodestrucción, cuando la serpiente se traga su propia cola, el resultado no es la pura nada sino precisa y simplemente un (nuevo) reinado de la ley. El crimen absoluto, autorreferencial, que asume la forma de su opuesto, describe la génesis misma de la ley, una génesis "olvidada" (reprimida) en cuanto se establece el reino de la ley. Es por lo tanto contra este fondo como hay que ubicar la citada tesis kantiana según la cual no es posible llegar al origen (histórico) del poder legal, puesto que está prohibido buscarlo: el hecho traumático oculto por esta prohibición paradójica es precisamente el crimen absoluto en el que se funda el poder legal. Todo reino de la ley tiene sus raíces ocultas en ese crimen absoluto (autorreferencial, autonegador) por medio del cual el crimen asume la forma de la ley y, para que la ley reine en su forma "normal", este reverso debe ser incondicionalmente reprimido.
Aquí debemos recordar la tesis de Freud sobre la correlación entre la represión y la memoria (inconsciente): el crimen absoluto no puede ser propiamente olvidado (anulado, expiado y perdonado); tiene que persistir como un núcleo traumático reprimido, puesto que contiene el gesto fundante del orden legal; su erradicación de la memoria inconsciente entrañaría la desintegración del reino mismo de la ley; este reino se vería privado de su fuerza fundante (reprimida). Incluso el poder absoluto del Espíritu, al que nada puede resistir (por su capacidad deUngeschebenmachen, de "anular" retroactivamente el pasado), está inerme frente a este crimen supremo: la razón consiste en que dicho crimen es lo que literalmente da vigencia al reino del Espíritu: es lo negativo del propio Espíritu, su sostén y su fuente ocultos.
De modo que el estatuto del crimen absoluto kantiano es exactamente el mismo que el del parricidio primordial freudiano: un Real imposible que debe presuponerse (reconstruirse retroactivamente) para explicar el orden social existente. Lo que Kant concibe como "imposible" (la realidad impensable, insondable del Mal fundamental) es en realidad el fundamento siempre-ya realizado (aunque reprimido) del reino mismo de la ley, y la meta del "recuerdo" dialéctico es precisamente hacernos presente este crimen absoluto que es el reverso necesario del reino de la ley. Pero lo crucial es que Kant define expresamente este "crimen para el que no puede haber expiación" como un acto formal y completamente fútil (no útil), es decir, no-patológico:
Hasta donde podemos ver, es imposible que los hombres cometan un crimen de tal malicia formal y completamente fútil, aunque ningún sistema de moral debe omitir considerarlo, aunque más no fuera como una idea que representa el mal fundarnental (11)
Ir a Datos de la IlustraciónAhora podemos ver por qué este crimen imposible (es decir real) está extrañamente cerca del acto ético: tiene la forma de la legalidad (no se trata de una mera rebelión violenta sino de un procedimiento legal) y, además, no es guiado por motivos materiales, egoístas, "patológicos". Esta paradoja del Mal "no patológico", "ético", es lo que Sade describe como el "crimen absoluto" que interrumpe el circuito de la naturaleza: ¿qué es el advenimiento del universo humano sino una ruptura que introduce un desequilibrio en el circuito natural? Desde el punto de vista de la naturaleza, el "Espíritu" en si es "un crimen que nunca puede borrararse"; por esto toda ley positiva, en un sentido, es ya su propia parodia, el derrocamiento violento de una ley anterior "no escrita", un crimen convertido en ley. Desde luego, esta ley anterior "no escrita" nunca ha existido como tal, en el presente: su estatuto es una vez más el de lo Real: ella es (presu)puesta retroactivamente como lo que ha sido "violado" con la imposición de nuestro reino "humano" de la ley.
En otras palabras, no hay ninguna ley "originaria" no basada en el crimen: la institución de la ley como tal es una usurpación ilegítima. El crimen kantiano impensable que subvierte la forma de la ley al imitarla es ya la autosuperación del crimen, la fundación de una nueva ley: lo que Kant toma por una imitación obscena de la ley es en realidad la ley misma. El crimen absoluto, el crimen autorreferencial, es entonces "ominoso" (unheimlich) en el estricto sentido freudiano: lo que tiene de horrible no es su extrañeidad, sino su proximidad absoluta al reino de la ley. 

Notas: 
1. Pascal, B. Pensées Harmondswhorth. Penguin, 1966. Pags. 46-47.
2. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.13.
3. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.162.
4. En su Paz perpetua: un bosquejo filosófico, el propio Kant da por sentado que, al principio de la historia, los salvajes concertaron "el primer contrato social" debido a consideraciones "patológicas" (sobrevivir, alcanzar sus intereses "egoístas", etc.) Y no por una posición moral intrínseca.
5Kant on educations. Keagan Paul. Londres, 1899. Pag. 3-4
6Kant on educations. Keagan Paul. Londres, 1899. Pag. 5
7. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.146
8. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.145..
9. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.145
10. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.146
11. Hans Riess(comp.) Kant´s political Writings. Cambridge University press, 1970, pag.146

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